Responsabilidad, responsabilidad..., las responsabilidades de la vida están por todas partes. «Debemos» conducir con cinturón de seguridad. «Debemos» limpiar la casa. «Debemos» hacer ciertas cosas para nuestra pareja, nuestros hijos, las personas que apadrinamos. Y encima de todo, «debemos» ir a las reuniones y practicar el programa lo mejor que podamos. No es de extrañar que a veces queramos huir de todas estas obligaciones y escaparnos a alguna isla lejana... ¡donde «no debamos» hacer nada!
En momentos como éstos, cuando nos abruman las responsabilidades, nos olvidamos de que no es necesario que sean una carga. Si tenemos el deseo de huir de nuestras responsabilidad, debemos aflojar el paso, recordar por qué las hemos asumido y prestar atención a las gratificaciones que nos producen. Es posible disfrutar de todas las responsabilidades de la vida, tanto si se trata de un trabajo que por lo general nos estimula e interesa, o una pareja cuya personalidad normalmente nos atrae, así como de un hijo con el que nos gusta jugar y del que queremos ocuparnos.
Sólo por hoy: Cada momento es especial. Le prestaré atención, agradecido de mis responsabilidades y del placer especial que producen.