Duele como nunca. Sales de la cama después de una noche sin dormir, hablas con Dios, y aun así no te sientes mejor. «Pasará», te dice una vocecita. «¿Cuándo?», preguntas mientras andas, rezongas y sigues adelante con tu día.
Sollozas en el coche y enciendes la radio todo el camino para no oír tus pensamientos. Pero vas directamente al trabajo y ni piensas en consumir drogas.
Tienes un nudo en el estómago. Cuando el sufrimiento se vuelve insoportable, te quedas atontado y en silencio. Vas a una reunión; ojalá estuvieras tan contento como parecen estar los otros miembros. Pero no recaes.
Lloras un poco más y llamas a tu padrino. Conduces hasta la casa de un amigo y ni siquiera notas la belleza del paisaje porque tu horizonte interior es un desierto. Quizás no te sientas mejor después de la visita, pero por lo menos no has ido a ver al traficante.
Escuchas un Quinto Paso. Compartes en una reunión. Miras el calendario y te das cuenta de que has conseguido pasar otro día limpio.
Entonces, un buen día te despiertas, miras afuera y te das cuenta de que es un día precioso. El sol brilla. El cielo está azul. Respiras hondo, sonríes de nuevo y sabes que sí, que en realidad todo pasa.
Sólo por hoy: Independientemente de cómo me sienta hoy, seguiré con mi recuperación.