En NA empezamos a interrelacionarnos con el mundo que nos rodea. Ya no vivimos aislados. Pero librarnos del aislamiento tiene su precio: cuanto más interactuamos con la gente, con más frecuencia encontramos alguien que nos fastidia. Y esas son las circunstancias en las que suelen surgir resentimientos.
Los resentimientos, justificados o no, son peligrosos para el progreso de nuestra recuperación. Cuanto más tiempo los guardamos, más amargos se vuelven y terminan por envenenarnos. Para mantenernos limpios debemos desarrollar la capacidad de desprendernos de nuestros resentimientos y perdonar. Desarrollamos esta capacidad, primero, trabajando el Octavo y el Noveno Paso, y la mantenemos viva haciendo regularmente un Décimo Paso.
A veces, cuando no estamos dispuestos a perdonar, nos ayuda recordar que quizás nosotros también necesitemos algún día el perdón de otra persona. ¿Acaso no hemos hecho en un momento u otro, algo de lo que nos arrepentimos profundamente? ¿Y no nos alivia en cierta medida que otras personas acepten nuestras sinceras disculpas?
Cuando recordamos que todos ponemos lo mejor de nuestra parte, es un poco más fácil desarrollar una actitud indulgente. Algún día también necesitaremos el perdón.
Sólo por hoy: Me desprenderé de mis resentimientos. Hoy, si me han perjudicado, practicaré el perdón porque sé que yo también lo necesito.