Rendición

23 de junio

«No nos topamos con esta confraternidad rebosantes de amor, honestidad, receptividad y buena voluntad. [...] Una vez derrotados, estuvimos dispuestos a cambiar.»

Texto Básico, pp. 23-24

La rendición puede ser la base necesaria de nuestra recupera­ción, pero a veces luchamos contra ella. La mayoría, al cabo de un tiempo limpios, miramos atrás y nos preguntamos por qué demonios luchábamos tanto para negar nuestra impotencia si la rendición es lo que al fin nos salvó la vida.

A medida que nos recuperamos, se presentan nuevas oportu­nidades para rendirnos. Podemos luchar contra todos y todo lo que nos encontramos, o bien recordar los beneficios de nuestra primera rendición y dejar de luchar.

Gran parte del dolor que sentimos proviene de la lucha, no de la rendición. De hecho, cuando nos rendimos termina el dolor y la esperanza ocupa su lugar. Empezamos a creer que todo saldrá bien y, al cabo de un tiempo, vemos que como consecuencia nuestra vida ha mejorado mucho. Nos sentimos de la misma manera que cuando abandonamos la ilusión de que podíamos controlar nuestro consumo: aliviados, libres y llenos de una nueva esperanza.

Sólo por hoy: ¿Debo rendirme hoy en algo? Me acordaré de mi primera rendición y de que ya no tengo que seguir luchando.